¿Hombre racional, seguro?

Pero todo se puede mejorar, no hay más que hacer todo aquello que uno sabe hacer desde que lo ha practicado por primera vez, porque nada se hace bien como aquello que se ha hecho no solo una vez, sino muchas y repetidas veces. Eso mismo ha sido transmitido una y otra vez, de boca a boca, de padres a hijos y de una generación a otra generación.

El pensamiento y la capacidad de pensar es algo que se enseña, algo que debe aprenderse, y se aprende con no pequeño esfuerzo, a la vez que no está exento de dificultades.

Esta técnica del pensar bien es lo que puede llamarse filosofía. Si antes de los veinte años, por no decir durante la adolescencia, no se ha logrado dominar hasta cierto punto la capacidad de pensar, es decir, lograr la abstracción, puede afirmarse con seguridad que no podrá conseguirse posteriormente. Decir una frase o una palabra no lleva necesariamente consigo, un pensamiento; lo que si lleva consigo la mayor parte de las veces es un juicio de valor. En lugar de realizar un pensamiento con su argumentación correspondiente, se lanzan al aire como lluvia de invierno, calificativos sin argumentación alguna. Y a eso se le llama pensar por medio de la palabra.

Quien así habla, desconoce el pensar y no posee la capacidad de pensar, y como contrapartida tiene la convicción de que al hablar está pensando. Quien esto hace, agrava todavía más la situación interpretando todo desde la óptica individual del yo. Del yo parte todo y todo en él finaliza. El mundo soy yo. Toda la creación gira y se desarrolla tomando mi yo como referencia, pudiendo tomarse el yo como un Dios, como el único Dios, y al yoísmo como una religión de la que soy la única Divinidad cierta y verdadera. Aquí surge un inconveniente, a decir verdad, un serio inconveniente. Como cada cual tiene su yo y correspondiente religión yoísta, necesariamente entrará en conflicto con el vecino y su religión, originándose una encarnizada lucha entre multitud de divinidades o Dioses individualmente en guerra unos contra otros.

Esta infinitud de guerras, se unifican en unas pocas guerras cuando se trata de temas de interés generalizado. En estos temas, los medios de comunicación se posicionan en dos aparentes bandos de enemigos irreconciliables, produciéndose la frecuente curiosidad de los dos bandos enemigos defendidos cada uno por sus respectivos medios de comunicación. Son los citados ambos medios, propiedad de los mismos accionistas. Tras estas dos opiniones, la del Sí y la del No, defendidas por dos Divinidades superiores a las que se les da culto, se posicionan todas las demás divinidades yoícas menores. Las divinidades superiores al igual que las divinidades inferiores, tampoco exponen argumentación alguna. Si eso hiciesen nadie las seguiría, porque para entender un pensamiento es necesaria la condición de pensar, de poder pensar y de saber pensar.

Por otra parte, si las divinidades superiores pensasen, dejarían de ser inmediatamente divinidades para convertirse en humanos pensantes, que nada tienen que ver con quienes están divinizados por su yo. Por este motivo, se alinean en las filas los fieles seguidores de aquél o de aquellos otros con los cuales se identifican y consideran tener un yo superior. O lo que viene a ser lo mismo, consideran que tienen más Dios que ellos, o que tienen un Dios más grande y poderoso que el de ellos, admirando y rindiendo tributo al más fuerte. Porque hasta la divinidad y los dioses se miden por su fuerza destructiva, remedo esta, de la capacidad destructiva humana o tal vez viceversa.

Llegados a este punto puede afirmarse que el individuo que está exento de la capacidad de pensar, exento de la capacidad de realizar abstracciones, es un individuo cuya mente se encuentra anulada y difícilmente puede considerarse racional, pues racional se llama a quien la razón utiliza y quien la razón no utiliza es poseedor de una admirable estupidez.

Pero todo se puede mejorar, no hay más que hacer todo aquello que uno sabe hacer desde que lo ha practicado por primera vez, porque nada se hace bien como aquello que se ha hecho no solo una vez, sino muchas veces. Eso mismo ha sido transmitido una y otra vez, de boca a boca de padres a hijos y de una generación a otra generación. Entrenándose así, con esmero y dedicación la humanidad ha adquirido, con esfuerzo eso sí, el título por derecho ganado de hombre estúpido desplazando al de hombre racional que sin derecho se le había concedido.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *