La Cara Lavada

El mar, embravecido o en calma, no varía su sabor salado.

En los colegios se pegaba a los muchachos al igual que en los hogares en que vivían. En la actualidad esto ha variado a su extremo opuesto. No se golpea a los niños pero las frases despectivas e insultantes, los gestos displicentes y las miradas descalificadoras, han ocupado su lugar.

En todo este método educativo, lo curioso es la curiosidad de los profesores en conocer las profesiones de los padres de los alumnos, para así saber el medio social del que proceden y poder entenderlos mejor, aseveran.

La realidad no es otra que la realidad de antaño. Los hijos de personas pudientes o cuyos padres ocupaban puestos de autoridad, a esos no se los tocaba. En la democrática actualidad a esos mismos hijos de esas mismas personas no se les dirigen insultos, ni gestos, ni miradas descalificadoras.

Cuando un obrero bebía vino se le etiquetaba de borracho, pero cuando una persona pudiente bebía whisky, decían de él que iba contento.

Los eufemismos una vez más, ayudan a ocultar la realidad.

La represión física escolar dio paso a la represión psicológica.

Frases como: ¡Cállate!, ¡Ponte quieto!, ¡No te muevas!, ¡Como te vuelva a ver, no voy a darte otro aviso!, ¡Te bajo puntos de la calificación del examen!, etc., son recibidas por los jóvenes diariamente como chaparrones invernales.

Giner de los Ríos, que junto con su hermano Hermenegildo, fueron los principales fundadores de la enseñanza libre, escribió aquel célebre pero siempre ocultado pensamiento: “Si en una aula hay niños, que no hablan, ni ríen, ni juegan, es que están muertos ¡enterradlos!”.

La enseñanza actual no tiene otra finalidad que el adiestramiento mental, no quiere jóvenes muertos, ni mucho menos enterrados, quiere jóvenes medio vivos, quiere jóvenes en los que su estado mental se asemeje al de los zombis. Parece que piensan, pero solo lo parece, hablar lo identifican con pensar, actúan de forma programadamente condicionada y creen que tienen voluntad y capacidad de elección.

Sus respuestas sociales de adultos, responden como un reflejo condicionado a la imposición y al miedo. Órdenes, decretos, prohibiciones, leyes y multas, es el código moral y social por el que les rigen. La educación familiar cambió la brutalidad física por la degradante del ¡no! y juega con el ordenador.

Cuando se hablaba de maltrato, se hablaba de maltrato físico. Hoy se habla de maltrato psicológico.

La violencia, era violencia física, hoy se ejerce sobre todo violencia psicológica. Esto es lo que denuncian o de lo que se quejan muchas mujeres por parte de sus maridos. Los hombres callan por ser hombres, esta afrenta que de sus mujeres muy a menudo reciben. Pero los niños y jóvenes las reciben en sus casas y colegios como algo cotidianamente normal.

He ahí la gran herencia educativa, tanto llamar imbéciles, vagos, faltos de interés e idiotas a los jóvenes, no solamente lo acaban creyendo, sino que también lo acaban siendo, y reproducirán de adultos, como prefabricados imbéciles que son, el comportamiento de sus, a su vez, adiestrados padres y profesores.

El mar, embravecido o en calma, no varía su sabor salado.

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