Una colaboración entre Universidad y Sociedad

Leí un artículo en un periódico de prestigio nacional titulado «La investigación: una colaboración entre Universidad y Sociedad», no lo hubiese leído, pero este título me englobaba a mí, se hablaba de mí y de mis compañeros.

 

Tomé en mis manos un diccionario y busqué «sociedad», decía así: «La humanidad considerada como un conjunto de seres humanos que conviven y se relacionan unos con otros». Podría añadirse, con el fin de cumplir, mediante la mutua cooperación, todos o alguno de los fines de la vida. Esto era, más o menos y en líneas generales lo que académicamente se entiende por sociedad.

 

El concepto «Sociedad», en el artículo citado, estaba muy mal aplicado, de ahí mi gran confusión; no quiero decir que el señor firmante del artículo desconociese el concepto, o lo aplicase mal por ignorancia, no, más bien creo que ha sido aplicado con la astucia de todo buen político.

 

El firmante del artículo empleó erróneamente el concepto de «Sociedad» intencionadamente, para luego identificar a Sociedad con proceso industrial, y empresas o lo que es igual, empresarios.

 

¿Qué habrá detrás de esta aparente confusión conceptual? Supongamos, solo por un momento, lo que significa decirles a los empresarios, yo os puedo prometer y cumplir que la investigación universitaria toda ella tiene que aportar más efectividad a la industria.

 

En el artículo, se describe para no hacer tan descarada la proposición, el pragmatismo de la investigación empresarial, y la libertad del proceso discursivo de no conocer el final de la investigación universitaria.

 

Se ha hablado mucho de Investigación, y otro tanto sobre la Universidad, y muy pocos han dejado claro lo que tales cosas eran.

 

En poco más de un siglo han desfilado por el Boletín Oficial más de treinta planes de reforma de enseñanza media. Lo que viene a ser que según el interés económico-político se buscaba y adaptaba un plan de estudios para una burguesía de clase media. Gil y Zárate uno de los hombres que organizaron el plan de estudio de 1845, que sería el que marcaría la ruta de lo que será el bachillerato hasta nuestros días, junto con la Ley Moyano del año 1857; escribía: «La cuestión de la enseñanza es cuestión de poder. El que enseña domina; puesto que enseñar es formar hombre, y hombres amoldados a las miras del que los adoctrina».

 

En lo que corresponde a la Universidad diré, que somos hereditarios de la Universidad del siglo XVIII y XIX, el primer plan universitario español, plan de estudios de 1807, en vísperas de la Guerra de la Independencia.

 

A lo largo del siglo XIX las políticas de los gobiernos ponen a la Universidad en entredicho sin respecto alguno, cierres de universidades, destituciones de catedráticos, revueltas estudiantiles que pasaban de las aulas a la calle; y cuando ello ocurría es que se acercaba una transformación política.

 

Al finalizar la guerra de 1936-1939, la universidad se quedó sin maestros, sin verdaderos hombres de ciencias y de letras, por otra parte, la Universidad fue tomada con claro valor partidista.

 

Por la Ley de 24 de noviembre de 1939 es creado el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), del que es secretario general durante muchos años José María Alboreda, significativo miembro del Opus Dei. Desde este lugar, Alboreda encauzó la trayectoria del CSIC que se convirtió en un baluarte del Opus Dei, base para futuras penetraciones en la Universidad y la política.

 

En el año 1942 se inició la carrera del Opus Dei hacia la ocupación sistemática de cátedras, colegios mayores, etc.

 

En el año 1955 momento de intento liberalizador cultural por Ruiz Jiménez, es la época de enfrentamiento entre el Opus Dei y la Falange.

 

En el año 1965 son cesados en sus cátedras Agustín García Calvo, Tierno Galván y José Luis Aranguren.

Año 1968, expedientes académicos a varios alumnos por su participación política no de acorde con la política del Gobierno, cierre de facultades, asistiendo la policía con uniforme y demás pertrechos militares a las clases, sin estar matriculados.

 

Año 1972 otro tanto de lo mismo.

 

Año 1979 cierre de la universidad de Santiago de Compostela.

 

Dejando a un lado los datos, que no sirven más que para situarnos en el contexto y mostrar que la Universidad es algo más de lo que se oye y de lo que nos dicen.

 

La Universidad se compone de tres elementos fundamentales:

  • Las autoridades académicas, con diferentes rangos y graduación.
  • El alumnado, jóvenes que nada saben hacer, excepto memorizar apuntes y presentarse a los exámenes.
  • El material didáctico, planes de estudio, apuntes, aulas, manuales, edificio, biblioteca, asignaturas, exámenes, etc.

Y un cuarto elemento importantísimo:

  • La familia (padres de los alumnos), que mantienen a su hijo en la Universidad si producen aprobados.

 

No es este el momento para desglosar y analizar este esquema, pero sí es lugar para desvelar esa verdad incuestionable que dice que el estudiante es parte de la Universidad. Jamás he visto descaro semejante. Un joven sometido a los profesores, a las asignaturas, al régimen disciplinario académico, despreciado por todo el mundo por el hecho de ser estudiante, totalmente indefenso económica, moral y socialmente, se quiere hacer creer que el estudiante forma parte de la Universidad.

 

Veamos otra versión.

 

El estudiante cuando se matricula en la Universidad, llega a ella lleno de ilusiones, para él la Universidad no es el instituto, no son los colegios privados donde la asistencia a clase es obligatoria, donde se veía reducido a un juego de pregunta-respuesta proporcionada de antemano.

 

Para ese estudiante, suponía la tan deseada separación familiar, suponía el acceso a la cumbre más alta del conocimiento donde el razonamiento predominaría sobre lo memorístico.

 

La Universidad es en la mente del bachiller el más alto grado de liberación, el grado más alto en el escalafón estudiantil.

 

Significa la huida de los pueblos que aplasta a sus habitantes, significa el cambio de amigos y de compañeros.

 

Con la universidad se sueña de día y de noche, dormido y despierto, intentando escapar por medio de la fantasía la tortura padecida diariamente.

 

Este bachiller al poco tiempo de frecuentar las aulas universitarias, recibe el mayor desencanto de toda su vida.

 

Sus grandes ilusiones, sus grandes esperanzas se ven truncadas y la realidad lo abruma.

 

Se da cuenta, de que un mundo aplastante de jóvenes como él se le echa encima, e impotente se deja conducir por la riada de la monotonía y del comportamiento colectivo que realiza día tras día.

 

La Universidad es una multicopista que vomita apuntes, donde el saber es hermético, donde el interrogante, la ignorancia y en definitiva la duda no tiene cabida. A nadie le interesa lo que en ella se dice; nadie soporta los aburridos temas de una clase, tan alejados de la vida.

 

La Universidad solo está para aprobarlo o suspenderlo, para impartirle sabias verdades sobre el pasado o extraños cálculos matemáticos y químicos de futuro muerto.

 

Es entonces cuando se siente defraudado, y solo, solo ante la Universidad mediatiza e impone su comportamiento, solo ante las asignaturas, solo ante los profesores (pequeños funcionarios feudales de horca y cuchillo).

 

Tal vez pueda parecer trágicas, incluso cómicas, estas líneas, pero en la vida, las tragedias en el sentido grandioso y teatral no existen, existen guerras, pestes, accidentes, escapes radioactivos, aceites, carnes y aires tóxicos.

 

La tragedia no es colectiva, es individual de ahí la comicidad, de que universitarios por culpa de un sistema educacional necrófilo, tengan que recibir asistencia psicológica, o que base su única aspiración en una obsesiva licenciatura.

 

¿No me creen? Es lógico, a sus hijos no les ven sangrar por dentro. ¡Más vale!

 

¿No me creen? Pregunten a los psicólogos y a los psiquiatras los porcentajes de pacientes jóvenes, vean los índices de edades en los intentos de suicidios.

 

¿No me creen? Observen el ambiente estudiantil de finales de curso, psicosis al examen, humillación ante el profesor, nervios destrozados, bajezas sin nombre entre compañeros, último estado de degradación.

 

¿No me creen? Pregúntenles a sus propios hijos, y si no se atreven, cosa lógica, háganlo a los compañeros de sus hijos.

 

Estoy convencido que podríamos formar un grupo numeroso, y gritar a voz en grito la fase de Eça de Queirós «La Universidad solo iluminará el ingenio cuando se haga con ella una hoguera».

 

Escrito en el año 1982

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